sábado, 7 de agosto de 2010

insomnio




No puede dormir, dejó la ventana abierta para entonar con la brisa de la madrugada, causa del ruido molesto del golpear de la puerta. Intentó ordenar su cabeza, pensó que meditar un rato sería su única alternativa para escapar hacia el sueño. Tras observar silenciosamente paso a paso cada detalle de su fascinante vida, llegó a la conclusión de que meditar en mitad de la noche no la ayudaría así pues, cogió el abrigo, las llaves, su pulserita de la suerte, sus zapatillas de dibujos y su paraguas y medio dormida abandonó la habitación, bajó las escaleras, abrió la puerta con las llaves que adquirió minutos antes y, con su paraguas medio roto decidió salir a indagar por las calles. El reloj bordeaba las cuatro mientras que la luna permanecía espléndida a lo largo del cielo. Caminó tanto que sus propios pies la llevaron de vuelta a casa sin a penas darse cuenta, se encontraba tan sumergida en su mundo contemporáneo que cuando logró reaccionar se encontraba nuevamente frente a su portal, era algo increíble, llegó a la conclusión de haber permanecido dormida por las calles sin recuerdo alguno, ya que sorprendentemente no recordaba absolutamente nada. Lo único que recordaba era aquel propósito que su mente propuso horas antes, con el objetivo de ordenar cada una de sus ideas e ilusiones, e intentar amanecer la mañana siguiente con más de una lucha ganada frente al mundo. Pero todo el paseo, todos los charcos a causa de la lluvia con los que resbaló, el frío que se adueñó de su cuerpo manteniéndola frágil y las energías que había reunido, no sirvieron de nada. Ni ella misma era dueña de su cabeza. Finalmente, dejó al ras del suelo todas sus prendas y volvió a cubrir su rostro cansado con las sábanas cuando al instante, volvió a sonar el frío cantar de la brisa entrar por la ventana y el molesto sonido del golpear de la puerta; pensó en volver a iniciar la escapada anterior con el ideal de ganar, pero finalmente comprendió que ahora tocaba descansar, que todo iba bien y ya tocaría construir esa muralla que nos mantiene fuertes en otra noche ya que ese día la suerte jugaba de su lado, no merecía la pena caer ante el insomnio, solo quería soñar como lo había hecho durante 14 años. Se alzó, cerró la ventana de un golpe, la puerta había dejado de molestar, así pues cayó rendida sobre la cama y cayó en un profundo sueño, un sueño de esos que solo hacen despertar los besos mágicos, un sueño tranquilo y ligero, como los de cada noche. "Y soñando comprendió que jamás sería dueña de su cabeza, pues su cabeza mandaría siempre sobre ella, y le mostraría cuando debe dormir y cuando no."

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